1.1. Introducción al dinero
1.1.3. El patrón oro y el dinero simbólico
Durante mucho tiempo el valor del dinero consistía en una representación del oro, es decir, cada billete simbolizaba una determinada cantidad de oro que el banco central de cada país tenía en resguardo. Era lo que se llamaba el patrón oro.
Si se respeta el patrón oro, no se pueden emitir grandes cantidades de billetes, lo cual detiene el aumento de la producción, provocando desempleo, o bien bajan los precios, disminuyen con ello las ganancias. Ante esta dificultad, la banca centralizó el suministro de crédito en cada país, explicando con ello que desde fechas tempranas se haya desarrollado la moneda simbólica para salvar al comercio de las deflaciones forzosas por aumento en el volumen de los negocios. Si bien para fines domésticos el oro era una moneda inadecuada, en el caso del comercio internacional el patrón oro seguía siendo necesario, puesto que la moneda simbólica no podía circular en suelo extranjero. Es por ello que, desde los inicios del sistema de mercado, se ha requerido de dos tipos de dinero: uno para el comercio internacional (el oro) y otro para el comercio interno de cada país (el dinero simbólico).
El patrón oro, a pesar de los recursos que se invirtieron para evitar la deflación, desencadenó que los negocios se desorganizaran una y otra vez con la desocupación en masa, puesto que cuando se importaban artículos y había que pagar con dinero en especie, bajaban las ventas de los productos internos y, por consiguiente, los precios. El patrón oro no podía ser sostenido por las naciones a las que se suponía que servía, puesto que los cambios repentinos en los niveles de precios hubieran arruinado todos los negocios. Es por ello que la moneda simbólica nacional fue la salvaguardia, actuando el banco central de amortiguador entre la economía interna y la externa. La doble tarea del banquero comprendía pues sólidas finanzas domésticas y estabilidad externa de la moneda.
Cuando concluyó la Primera Guerra Mundial, hubo un intento de retornar al patrón oro, pero en 1931 la nación británica desechó toda pretensión de vincular su divisa a sus reservas de metal. La era del oro y los días luminosos del Banco de Inglaterra habían concluido. La crisis económica de 1929 puso al descubierto que el patrón oro, el mercado auto-regulador que incluía tierra, trabajo y dinero, así como el comercio mundial y la estabilidad financiera, complementada con leyes migratorias y tarifas aduaneras, había sido en conjunto una política equivocada y contraria a todos los principios de la teoría económica. La tensión rebasó lo económico y el equilibrio tuvo que restablecerse por medios políticos. Había que escoger entre una moneda sólida y presupuestos saneados, lo que implicaba la reducción de los servicios sociales, y una moneda depreciada, lo que sacaría del juego económico internacional al país que optara por ella, como consecuencia de la caída en su tipo de cambio, pero permitiría mejorar los servicios sociales. La mayoría de los países prefirió tomar la primera medida, con las consecuencias destructivas sobre la política popular.