1. Del monopolio a la diversidad monetaria

1.2. Insostenibilidad del monopolio monetario

1.2.3. Las crisis sistémicas

Veamos en primer lugar qué se entiende por una crisis bancaria, una crisis de la deuda soberana y una crisis monetaria, así como los fenómenos que las acompañan.

Una crisis bancaria se produce cuando un grupo de bancos van simultáneamente a la quiebra en un país, lo que requiere una importante intervención por parte de las autoridades para nacionalizar o rescatar los bancos a cargo de los contribuyentes. Según el Fondo Monetario Internacional, en una crisis bancaria los sectores empresarial y financiero de un país experimentan un gran número de incumplimientos como consecuencia de grandes dificultades a la hora de reembolsar a tiempo los contratos adquiridos. Como resultado de ello, la morosidad aumenta bruscamente y la mayor parte del capital del sistema bancario global se agota. Esta situación puede estar acompañada de una depresión de los precios de los activos (acciones y bienes raíces), fuertes aumentos en las tasas de interés real, y una desaceleración de los flujos de capital.

Una crisis de la deuda soberana se produce cuando los mercados financieros estiman que un país o grupo de países pueden incumplir su deuda nacional. Según las normas europeas vigentes, los gobiernos recaudan el dinero que necesitan, ya sea a través de una subida de los impuestos o ya sea endeudándose más a través del sistema bancario. La deuda soberana está respaldada en última instancia tan solo por la creencia en la capacidad de un gobierno para imponer a sus ciudadanos los impuestos necesarios para el servicio de esa deuda.

Una crisis monetaria tiene lugar cuando la moneda de un país sufre de repente una caída sustancial en su valor en relación a otras monedas.

Con el fin de hacer referencia a los tres tipos de crisis anteriores usando un único término, aparece el concepto de crisis financiera, entendiéndose por ella cualquier perturbación a gran escala que involucre una crisis de deuda soberana, una crisis monetaria y/o una crisis bancaria, o bien cualquier combinación de estas tres.

Las crisis financieras sufridas por la humanidad no son el resultado de un fallo cíclico o de gestión, sino de un fallo estructural. Parte de la evidencia para esta afirmación es que ya ha habido más de 96 importantes crisis financieras en los últimos 20 años, y que este tipo de incidentes han ocurrido incluso bajo diferentes sistemas de regulación y diferentes estadios de desarrollo económico. Por tanto, no debemos hablar tanto de crisis financieras como de crisis sistémicas con motivos estructurales. En este tipo de crisis, las organizaciones implicadas (Estados, bancos, bancos centrales o el propio Fondo Monetario Internacional) no solo han fallado a la hora de prever o hacer frente a las consecuencias, sino que tampoco han considerado alternativas al status quo sistémico. Su solución ha sido invariablemente volver lo antes posible a la normalidad, sin hacer ningún cambio significativo en la estructura del propio sistema. Se necesita pues encontrar mejores soluciones a todo ello, puesto que aplicando las soluciones convencionales (nacionalización de activos problemáticos o nacionalización de bancos) solo se están tratando los síntomas, pero no la causa estructural de las crisis. La regulación financiera que está en las agendas políticas actuales, como mucho reducirá la frecuencia de este tipo de crisis, pero no evitará su recurrencia.